Devociones y Fiestas de la comunidad

 

Doña María Coronel

También llamada María Fernández Coronel, fue hija de Alonso Fernández Coronel y de Elvira Alonso de Biedma, y nació en las casas que su linaje poseía en la sevillana collación de San Pedro. La alta posición alcanzada por Alonso Fernández en la Corte de Alfonso XI se vio refrendada por el matrimonio de sus hijas. Si Aldonza casó con Alvar Pérez de Guzmán, señor de Olvera, María lo hizo con Juan de la Cerda, señor de El Puerto de Santa María y de Gibraleón, en 1349.

En 1350 muere Alfonso XI y cambia drásticamente la suerte de la familia. La caída en desgracia de Alonso Fernández Coronel se salda con el cerco de su fortaleza de Aguilar por Pedro I, su apresamiento e inmediata ejecución en 1353. La posterior rebeldía de Juan de la Cerda en 1357 termina trágicamente con la muerte de éste por orden del Monarca, tras haber sido derrotado en batalla campal entre Niebla y Trigueros por la milicia concejil sevillana. María Coronel se retiró a una ermita y casa de la collación de Omnium Sanctorum, llamada de San Blas, donde estuvo hasta que profesó en el convento de Santa Clara de Sevilla. En los años siguientes se sucedieron los infortunios: muere, al parecer muy joven, su único hermano, arruinando la varonía del linaje; muere también, en el exilio, su cuñado Alvar Pérez, y ella y sus hermanas pierden todo el patrimonio familiar, ya muy mermado tras la rebelión paterna, por incautación real.

Es en este contexto en el que se desarrollan los pretendidos o reales intentos de Pedro I de conseguir los favores de la joven viuda, en los que se recrea la tradición sevillana, con sucesos prodigiosos que estorbaban los fines del Rey. Finalmente, para evitar el ultraje, María llegó al punto de desfigurarse con aceite hirviendo para hacerse aborrecible a los ojos del Monarca.

Estos hechos dotaron a su figura en Sevilla de un aura de leyenda que llega hasta hoy, magnificados sin duda por la posterior propaganda trastamarista, que hizo de ella una víctima de la insaciable lujuria de Pedro I, y por la vida ejemplar que María llevó hasta su muerte.

El éxito fugaz de las armas de Enrique II en 1366 permitió la recuperación de los bienes familiares, pero la vuelta de Pedro I tras la batalla de Nájera la obligó a buscar el exilio en Aragón. De allí regresó al entrar de nuevo en Castilla Enrique II, siendo restituida otra vez en sus posesiones. Desde entonces, con la ayuda del propio Enrique II, orientó sus esfuerzos hacia la fundación del monasterio de monjas clarisas de Santa Inés, cuya bula alcanzó del papa Gregorio XI el 5 de octubre de 1375, aunque hasta 1376 no fue efectiva.

Con ello se convertía en continuadora de la tradición femenina familiar, muy vinculada al monasterio de Santa Clara de Guadalajara. Situada la nueva fundación junto a la parroquia sevillana de San Pedro, en las casas que habían sido morada de María y de su linaje, ha mantenido hasta hoy su solar inicial. María Coronel vivió en el monasterio hasta su muerte en 1409. Yace incorrupta en el coro de su iglesia conventual.

Cada dos de diciembre, en la iglesia del convento de Santa Inés de Sevilla, se expone el cuerpo incorrupto de la que fuera su primera madre abadesa. Una mujer cuya historia está mezclada con la leyenda. María Coronel, que así se llama nuestra protagonista, vivió la cruenta guerra civil entre el rey Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara. Su familia y la de su marido se vieron envueltas en las luchas dinásticas y sufrieron dramáticas consecuencias. María perdió a muchos de sus seres queridos y sufrió el acoso del rey Pedro, llamado el Cruel. Desesperada por huir de las garras lascivas del monarca, no dudó en terminar con el origen de aquel acoso, su belleza. María se desfiguró el rostro con agua hirviendo. El rey no la volvió a molestar.

Cuando se inició el conflicto dinástico entre Pedro y Enrique, la familia de María, tanto su padre como su esposo, se vieron en una situación complicada. Sus familias habían apoyado la relación del rey Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán, madre de Enrique de Trastámara, algo que Pedro, hijo de Alfonso y la reina legítima, María de Portugal, no perdonó.

Así, su familia fue perdiendo señoríos y poder en la corte. Hasta que perdieron también la vida. Muerto su padre, María Coronel se presentó ante el rey Pedro a suplicar el perdón de su marido. Conocido por su pasión por las mujeres, el rey Cruel, quien ya había poseído a su hermana Aldonza, quedó prendado de la belleza de María. El monarca le prometió que perdonaría la vida a Juan de la Cerda pero en cuanto llegó a Sevilla, este ya había sido ejecutado.

María se refugió entonces en el convento de Santa Clara de Sevilla hasta donde se personó Pedro en su busca. En el primer intento, las monjas escondieron a María en un sepulcro vacío que ocultaron con unas tablas. Según la leyenda, en el breve tiempo que la viuda de De la Cerda permaneció escondida, los caballeros del rey no pudieron encontrarla pues sobre los maderos había crecido de manera milagrosa un sinfín de plantas silvestres. Pedro I no se rindió y volvió a intentar traspasar los muros del convento y poseer a la hermosa dama. María, en su desesperación, corrió a las cocinas y se lanzó sobre el rostro una gran olla con agua hirviendo. Deformado su antes bello rostro, el rey Pedro tuvo que darse por vencido.

https://dbe.rah.es/biografias/29566/maria-coronel

https://www.mujeresenlahistoria.com/2015/05/la-belleza-maldita-maria-coronel-1335.html

 

San Blas

Día de su festividad, 3 de febrero

"Blas, obispo de Sebaste de Armenia, es un personaje bastante incierto desde el punto de vista histórico, pero todavía goza de mucha popularidad por un milagro que se le atribuye y que ha perpetuado la conocida bendición contra el mal de la garganta. En efecto, se conoce en su Pasión que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración. Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como taumaturgo en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta.

Gracias a esta tradición, el nuevo calendario litúrgico ha colocado en este día la memoria del santo, aunque se trata de un personaje históricamente incierto. San Blas fue obispo de Sebaste a comienzos del siglo IV, y sufrió la persecución de Licinio, el colega del emperador Constantino. Puede, pues, considerarse como uno de los últimos mártires cristianos de esa época.
Era el año 316. Parece que San Blas, siguiendo la advertencia del Evangelio, huyó de la persecución y se refugió en una gruta. La leyenda, como de costumbre, abunda en particulares amenos y nos presenta al anciano obispo rodeado de animales salvajes que lo visitan y le llevan alimento; pero como los cazadores van detrás de estos animales, el santo fue descubierto y llevado amarrado como un malhechor a la cárcel de la ciudad. A pesar de los prodigios que el santo hacía en la cárcel, lo llevaron a juicio y como no quiso renegar de Cristo y sacrificar a los ídolos, fue condenado al martirio: primero lo torturaron y después le cortaron la cabeza con una espada.

https://www.es.catholic.net/op/articulos/31758/blas-santo.html#modal

Milagro de San Blas. Sacristía (Fotografía de la autora)

Santa Clara

Día de su festividad, 11 de agosto

Los orígenes de la orden femenina franciscana, se establecen entre los años de 1211-1212, cuando la joven Clara de Favoreone, impulsada por la doctrina e humilde vida del padre San Francisco, abandonó su hogar para entregarse a Dios en la iglesia de Porciúncula. Nacida en el seno de una familia noble, en la localidad italiana de Asís, en 1193, fue hija de Favarone de Offreduccio, valiente caballero que dedicó su vida a la guerra, y de su esposa Hortulana, mujer educada para ser señora e inculcar una educación cristiana a sus tres hijas. La santa, primogénita del matrimonio, fue bautizada con el nombre de Clara, decisión materna, debido a la gran luz que emanaba la pequeña, y que algún día iluminaría el mundo.

Las instrucciones inculcadas de la caridad de su madre, entre los más necesitados, fue el inicio de la bondad que caracterizaba su personalidad. A diferencia de otras adolescentes, nunca había recibido adoctrinamiento monástico, ya que todo lo que conocía era gracias a su progenitora y a un preceptor que le acompañaría tras la huida de su familia a Perusa, en el año 1200, a consecuencia de la guerra. Allí aprendería la lectura de textos en latín, y todo aquello que estaba relacionado con su condición femenina.

Volvería a su ciudad natal, en 1209, tras haber sido prometida en matrimonio, cuatro años antes, con un hombre de la nobleza. Su retorno a Asís, coincidió con el tercer año de renuncia de Francisco Bernardone, momento en el que el Papa Inocencio III aprueba la primera Regla de la Orden franciscana. Parece ser, que el destino tenía previsto la unión religiosa de ambos fundadores, ya que por aquel entonces, San Francisco había restaurado la iglesia de San Damián, un pequeño templo de Asís abandonado donde oraba solitariamente. Allí, había anunciado el recogimiento de mujeres adscritas al franciscanismo , donde pasaría el resto de sus días Santa Clara hasta su fallecimiento.  El asentamiento de las primeras franciscanas en este espacio, dio lugar a que éstas fueran conocidas como las damianitas o hermanas de la Orden de San Damián.

Al tener noticias sobre la aprobación de la Orden de San Francisco, Clara decidió dejar a un lado la buena vida que le ofrecía su familia para unirse a los hermanos menores. La santa, quedó impactada del ejemplo de Francisco, al despojarse de todas sus pertenencias y vestiduras para vivir en la máxima pobreza y dedicarse al cuidado de los enfermos y los pobres.  Una tarde de Domingo de Ramos, entre los años de 1211 o 1212, Clara se reunió con Francisco, y sus amigos, en la capilla de Porciúncula. Fue recibida como un miembro más de la congregación, despojándola de sus ricas vestiduras y su larga cabellera, pasos iniciales de su nueva vida como hermana franciscana. Su huida de la residencia familiar, instigó la ira de sus padres, que fueron en su búsqueda tras su establecimiento en el Monasterio benedictino de San Pablo delle Abbadesse, cerca de Asís, reuniéndose posteriormente con su hermana Inés, en la iglesia de Sant Angelo in Fanzo, para instaurarse definitivamente en San Damián por consejo de San Francisco.

 

Santa Clara. Sala de ordenación (Fotografía de la autora)

San Francisco de Asís

Día de su festividad, 4 de octubre 

Religioso y místico italiano, fundador de la orden franciscana. Casi sin proponérselo lideró San Francisco un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo un inmenso eco entre las clases populares e hizo de él una veneradísima personalidad en la Edad Media. La sencillez y humildad del pobrecito de Asís, sin embargo, acabó trascendiendo su época para erigirse en un modelo atemporal, y su figura es valorada, más allá incluso de las propias creencias, como una de las más altas manifestaciones de la espiritualidad cristiana.

Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. Había ayudado desde jovencito a su padre en el comercio de paños y puso de manifiesto sus dotes sustanciales de inteligencia y su afición a la elegancia y a la caballería. En 1202 fue encarcelado a causa de su participación en un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, en la soledad del cautiverio y luego durante la convalecencia de la enfermedad que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió hondamente la insatisfacción respecto al tipo de vida que llevaba y se inició su maduración espiritual.

Poco después, en la primavera de 1206, tuvo San Francisco su primera visión. En el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen románica de Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa contemplación: "Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina". El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Foligno; luego entregó el dinero así obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo.

Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos sudores le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a fin de que renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien terrenal.

A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad natal y se dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital de leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos, pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta actividad, aquellos años fueron de soledad y oración; sólo aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.

El 24 de febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula y mientras escuchaba la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada que le indicaba que saliera al mundo a hacer el bien: el eremita se convirtió en apóstol y, descalzo y sin más atavío que una túnica ceñida con una cuerda, pronto atrajo a su alrededor a toda una corona de almas activas y devotas. Las primeras (abril de 1209) fueron Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani, a los que se sumó, tocado su corazón por la gracia, el sacerdote Silvestre; poco después llegó Egidio.

San Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y proponía un modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. Hay que recordar que, en aquella época, otros grupos que propugnaban una vuelta al cristianismo primitivo habían sido declarados heréticos, razón por la que Francisco quiso contar con la autorización pontificia. Hacia 1210, tras recibir a Francisco y a un grupo de once compañeros suyos, el papa Inocencio III aprobó oralmente su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar y lo ordenó diácono.

Con el tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco comenzó a formar una orden religiosa, llamada actualmente franciscana o de los franciscanos, en la que pronto se integraría San Antonio de Padua. Además, con la colaboración de Santa Clara, fundó la rama femenina de la orden, las Damas Pobres, más conocidas como las clarisas. Años después, en 1221, se crearía la orden tercera con el fin de acoger a quienes no podían abandonar sus obligaciones familiares. Hacia 1215, la congregación franciscana se había ya extendido por Italia, Francia y España; ese mismo año el Concilio de Letrán reconoció canónicamente la orden, llamada entonces de los Hermanos Menores.

Por esos años trató San Francisco de llevar la evangelización más allá de las tierras cristianas, pero diversas circunstancias frustraron sus viajes a Siria y Marruecos; finalmente, entre 1219 y 1220, posiblemente tras un encuentro con Santo Domingo de Guzmán, predicó en Siria y Egipto; aunque no logró su conversión, el sultán Al-Kamil quedó tan impresionado que le permitió visitar los Santos Lugares.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/francisco_asis.htm

San Francisco. Refectorio (Fotografía de la autora)

Santa Inés

Día de su festividad, 21 de enero

Hay muy buenos documentos sobre la existencia de esta mártir que vivió a comienzos del siglo IV y que fue martirizada a los doce años, durante la feroz persecución de Diocleciano. Su popularidad y su devoción hacen pensar que no son improbables las leyendas que se nos han transmitido de boca en boca y también con escritos. Basado en una tradición griega, el Papa Dámaso habla del martirio de Santa Inés sobre una hoguera.

Pero parece más cierto lo que afirma el poeta Prudencio y toda la tradición latina, es decir, que la jovencita, después de haber sido expuesta a la ignominia de un lugar de mala fama por haberse negado a sacrificar a la diosa Vesta, fue decapitada.

Así comenta el hecho San Ambrosio, al que se le atribuye el himno en honor de Agnes heatae virginis: “¿En un cuerpo tan pequeño había lugar para más heridas? Las niñas de su edad no resisten la mirada airada de sus padres, y las hace llorar el piquete de una aguja: pero Inés ofrece todo su cuerpo al golpe de la espada que el verdugo descarga sobre ella”.

Alrededor de su imagen de pureza y de constancia en la fe, la leyenda ha tejido un acontecimiento que tiene el mismo origen de la historia de otras jóvenes mártires: Agata, Lucia, Cecilia, que también encuentran lugar en el Canon Romano de la Misa. Según la leyenda popular, fue el mismo hijo del prefecto de Roma el que atentó contra la pureza de Inés. Al ser rechazado, él la denunció como cristiana, y el prefecto Sinfronio la hizo exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.

Pero el prefecto no se rindió ante el prodigio y la condenó a muerte. Un antiguo rito perpetúa el recuerdo de este ejemplo heroico de pureza. En la mañana del 21 de enero se bendicen dos corderitos, que después ofrecen al Papa para que con su lana sean tejidos los palios destinados a los Arzobispos. La antiquísima ceremonia tiene lugar en la iglesia de Santa Inés, construida por Constantina, hija de Constantino, hacia el 345.

https://es.catholic.net/op/articulos/31867/ins-santa.html#modal

Santa Inés. Sala de ordenación (Fotografía de la autora)

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