Nave central

Antecediendo al retablo mayor, apoyados sobre los gruesos pilares que presiden al presbiterio, se conservan dos pequeños retablos hornacina, gemelos, dedicados a la madre fundadora de la Orden de franciscanas clarisas y a la Inmaculada,

En el pilar izquierdo, se ubica el retablo de la Inmaculada Concepción, compuesto de mesa de altar, banco, un cuerpo principal organizado una hornacina y un ático que cierra la composición. En él podemos observar la superposición de añadidos posteriores a la obra, como la mesa de altar, posiblemente del siglo XVIII, con decoración de rocallas, y otros elementos decorativos del banco. La hornacina central está custodiada por dos columnas entorchadas, elemento característico de los retablos del primer tercio del siglo XVII. Esta se remata por una venera inserta en gruesas hojas de acanto. Sobre ella se dispone un pequeño lienzo que recoge la representación humana del Padre Eterno.

Respecto a la imagen titular, se trata de una escultura de bulto redondo que responde a la estética barroca clasicista. Representada en actitud orante, con sus manos adelantadas sobre el pecho, avanza un paso con su pierna derecha, creando cierto movimiento, que se acompaña por la caída de las telas encoladas. Reposa sobre una nube, que actúa de peana, que oculta la luna que siempre acompaña a la representada. En ella, se disponen cuatro cabezas aladas de querubines, una en la base de la nube, y tres a los pies de la escultura. Su rostro es humilde y aniñado, belleza que se engrandece con su larga cabellera de bucles, dejando caer parte de ella sobre sus hombros.

Retablo de la Inmaculada (Fotografía de la autora)

Conjuntamente con este retablo, en el pilar derecho, se localiza en retablo de Santa Clara. Responde a la misma tipología compositiva estudiada en el de la Inmaculada. La figura presenta un marcado contrapposto al adelantar la pierna derecha, dejando como punto de carga de peso su zurda. Entre sus manos guarda la custodia, símbolo parlante de su iconografía. Va vestida con unas ricas telas estofadas y ornamentadas, que a diferencia de las de la Inmaculada, tienen una caída recta. Su cabeza va ataviada por la cofia del hábito de las franciscanas clarisas. Siguiendo el modelo anterior, en la parte superior, se dispone un lienzo del Padre Eterno, que en esta ocasión, aparece representado en forma de paloma.

Retablo de Santa Clara (Fotografía de la autora)