Claustro de la Camarilla

Se encuentra ubicado en el sector Suroeste del complejo monástico. Su construcción la relacionamos con el proceso de ampliación, y transformación, de la antigua fábrica mudéjar en la primera mitad del siglo XVI, bajo el patronazgo de Doña Catalina de Ribera.

Al igual que el Herbolario, el patio de la Camarilla se adaptó a la planta de las  antiguas casas mudéjares. Presenta una fisonomía trapezoidal, presente en el claustro principal, pero a menor escala. La construcción del edificio, no solo se adaptaría a esas antiguas construcciones, sino que también, se acomodaría a la peculiar fisonomía del solar en el que se inscribe el convento, especialmente en este sector, debido a su acusada estrechez.

Su arquitectura, sigue el modelo de los patios renacentistas civiles y religiosos sevillanos. De él, destacaremos la apertura de tres sus frentes en la parte alta, quedando cerrado el extremo Norte superior, por la presencia de celdas individuales que miran al patio mediante balcones. El patio de la Camarilla, presenta en su planta baja cuatro arquerías de medio punto peraltados sustentados por columnas jónicas de mármol blanco sobre las que apean cimacios ,mientras que en los tres frentes abiertos del cuerpo superior abren arcos escarzanos, que descansan sobre finas columnas  marmóreas.

Vista del claustro de la Camarilla (Fotografía de la autora)

A él podemos  acceder desde dos entradas diferenciadas, una situada en la galería Este, que permite el tránsito desde el patio del obrador, el archivo y una estancia de carácter doméstico, y otro acceso que se efectúa por la galería Norte, mediante la sala de ordenación, dependencia que comunica el torno y el Herbolario con dicho patio.  

En ese mismo flanco, en el extremo Noreste, se dispone una  escalera que llega a las celdas altas. En la galería Oeste abren tres espacios, la pequeña enfermería baja, decorada con una rica portada de yesería del siglo XVI, dependencia localizada en el vértice Suroeste de dicho frente, la camarilla, o despacho de la Abadesa, y la cocina de la comunidad, dispuesta en el extremo Noroeste, a la cual accedemos mediante un largo pasillo. En este mismo frente queda el hueco de escalera que permite el tránsito entre ambas alturas, facilitando el acceso directo a la antigua enfermería alta, hoy capilla, y la entrada de la biblioteca.

En la galería Sur, se conserva una rica portada de yeserías fechable a mediados del siglo XVI, remodelada posiblemente en el siglo XIX. Ésta permitía el ingreso a la desaparecida provisoría, dependencia, que junto con una sacristía alta, fueron derribadas en 1966

Antiguo acceso a la provisoría (Fotografía de la autora)

El cuerpo superior del claustro de la camarilla presenta una arquitectura que sigue el modelo de los patios renacentistas civiles y religiosos sevillanos. De él, destacaremos la apertura de tres sus frentes en la parte alta, quedando cerrado el extremo Norte superior, por la presencia de celdas individuales que miran al patio mediante balcones. Esta distribución arquitectónica del cuerpo alto, es uno de los elementos característicos de la arquitectura palatina andalusí, implantado en las residencia palaciegas sevillanas del Renacimiento. 

Las tres galerías abiertas del segundo cuerpo, presentan un  corrido antepecho ciego, en el que descansan finas columnas marmoleas, coronadas con capiteles de moñas, sobre las que apean cuatro arcos escarzanos. En el frente norte, como hemos comentado con anterioridad, abren cuatro balcones que permiten la entrada de luz y aire a las celdas individuales dispuestas en esta ala del patio.  Acompañando a dicho antepecho, bajo éste, se dispone un friso de azulejos, que alteran el blanco con el azul, a juego con los tres caños cerámicos, azul cobalto, que se encuentran en cada frente, a excepción del muro norte.

Tres de los arcos que componen la arquería del frente Este, conservan restos de pinturas murales renacentistas de mediados del siglo XVI. El intradós de dichos arcos, presenta una decoración pictórica compuesta de casetones ornamentados, con florones en su interior, elemento ornamental tomado de las láminas XLIII, LVII y LXXV, de los libros III y IV del tratado de arquitectura de Sebastián Serlio. La presencia de vestigios de pinturas murales en dicha galería, nos hace pensar en la posibilidad, de que los muros superiores de la Camarilla, estuviesen decorados con ricas pinturas que acompañarían a la policromía de las arquerías.

Pinturas murales (Fotografía de la autora)

Al piso superior podemos acceder mediante un vano adintelado, localizado entre la Camarilla y la cocina, que permite el tránsito entre ambas alturas mediante una escalera de un tiro, que desemboca en la galería alta Oeste. A la izquierda de dicho acceso, se encuentra la entrada a la biblioteca, mientras que a su derecha, se ubica la antigua enfermería, hoy destinada a capilla.

En la galería Este,  se localiza una portada fechada hacia 1630, atribuida a la labor de Herrera “el viejo”, que da paso a la conocida celda de la abadesa, estancia que hoy en día conserva una distribución bastante alterada, producto de intervenciones modernas. Cercana a la posible fecha de ejecución de dicho ingreso, en 1623. Quizás, las mejoras acaecidas en dicho espacio, propiciaron posteriormente la elaboración de tan laboriosa portada. Siguiendo la hipótesis planteada por Morales Martínez, podemos atribuir dicha obra a Francisco Herrera “el viejo”, artista que por aquel entonces se encontraba trabajando en el diseño de las yeserías y pinturas murales que revisten los muros del templo conventual. Bajo sus directrices, trabajaría el maestro albañil de Santa Inés Juan Bernardo de Velasco, artífice al que hemos atribuido la colocación de las yeserías de la iglesia al llevar a la práctica las que formaban parte del diseño decorativo que realizaría Francisco Herrera para la iglesia del sevillano colegio de San Buenaventura junto con Juan de Segarra, por lo que podemos pensar que la mano de dicho albañil está presente en esta portada.

En la parte central, se dispone una tarja de carácter libresco, que sigue el mismo esquema compositivo que utilizaría Herrera “el viejo” en la decoración pictórica mural del coro, ornamentada con carnosos tallos vegetales, que quedan interrumpidos en la parte inferior por la presencia del escudo de armas de los Ribera, rematado por una corona como el escudo de la villa gaditana de Bornos, perteneciente a jurisdicción de la Casa de Alcalá, y en la superior por un blasón insertado en una tarja de menores dimensiones.

La presencia del escudo de armas de los Ribera en esta portada, elemento que ha pasado por alto por todos aquellos que han estudiado la arquitectura de este convento, nos invita a relacionar la ejecución de dicha portada con el mecenazgo de alguno de los miembros de dicha dinastía que vivieron en esta clausura. La idea de que dicho espacio pudo ser los aposentos Catalina de Ribera, podemos defenderla gracias a una anotación conservada en un inventario, que realizaría en el siglo XVII,  sobre los pergaminos conservados en el archivo de Santa Inés. En él, se ha alusión a un buleto en pergamino para que una celda alta y baja la posea Dª Catalina de Ribera, documento que no ha llegado hasta nuestros días.

Cronológicamente, dicha portada no responde al importante patronazgo emprendido por esta señora, al fallecer en el año de 1592. El siguiente miembro perteneciente a esta noble dinastía fue María Enríquez de Ribera, la cual hemos podido documentar como abadesa entre los años de 1582-1591, ocupando el cargo entre 1591 y 1592 Catalina de Ribera, hasta su fallecimiento, gozándolo de nuevo en 1593 a 1601. No se vuelven a tener noticias sobre esta estirpe hasta 1646, cuando ingresaría en la comunidad Raimunda Enríquez de Ribera, hija del duque de Alcalá y de la Señora Leonor de Anguiano, fecha muy posterior a la labra de esta portada y a la labor de Herrera “el viejo” en Santa Inés.

Debido a la dispar cronología de los distintos miembros de esta familia de la aristocracia sevillana, podemos pensar que en honor a Doña Catalina de Ribera, se colocaría su escudo de armas en la que pudo ser la entrada de su celda. No debemos de olvidar, que Doña Catalina de Ribera pudo ser la patrocinadora de la ampliación renacentista emprendida en el convento, de la que formaría parte el patio de la Camarilla, por lo que no resulta extraño que esta abadesa gozara de una estancia personalizada en dicho claustro.

Portada de la celda de la Abadesa (Fotografía de la autora)

Otra portada de gran interés, es la conservada en el galería Sur, acceso cuya ubicación guarda perfecta simetría con el ingreso de yeserías del cuerpo bajo del mismo frente, pero a diferencia de éste, sus dimensiones son menores. La composición queda enmarcada por un alfiz, decorado con pequeñas esferas que recorre la parte exterior del marco, quedando su interior perfilado con la misma ornamentación de relieves geométricos que engalanan el alfiz de la portada inferior. Su friso, está embellecido con una sucesión de palmetas sobrepuestas, elemento ornamental que encontramos rematando los zócalos de azulejos del Herbolario, sala de profundis, y los del claustro principal del monasterio de Santa Clara donde también lo encontramos en la portada de yeserías del antiguo refectorio.

Aunque la riqueza patrimonial de este claustro radica en su arquitectura, también se han conservado algunas piezas de su patrimonio artístico en la planta baja  son tres vitrinas  y un viacrucis. En la galería Norte, se encuentran las vitrinas de la Virgen del Carmen y la Inmaculada. La primera de ellas, custodia el grupo escultórico, obra de mediados del siglo XIX.  La hornacina de la Inmaculada, está exenta de cualquier tipo de decoración. La vitrina de medio punto, protegida con cristal, alberga una pequeña imagen de la Inmaculada, escultura que podemos fechar hacia el último tercio del siglo XVIII. La otra vitrina conservada, es la que se encuentra en el ángulo Sureste de la galería Este. En su interior, se encuentra una humilde escultura del Niño Jesús, fechable en el último tercio del siglo XIX y principios del XX.

Recorriendo los cuatro muros que enclaustran el patio de la Camarilla, se encuentra un viacrucis fechable en el siglo XIX de autoría desconocida. Su composición, está formada por una estructura de madera, tratada a modo de portada retranqueada, en cuyo interior se dispone un arco de medio punto, que  da cobijo a un conjunto de relieves, de exquisita calidad artística, en los que se representan las escenas de la Pasión de Cristo.

INFORMACIÓN EXTRAÍDA DE:

Medina Muñoz, Estefanía (2019) El convento de Santa Inés de Sevilla: Estudio urbanístico, arquitectónico e histórico artístico. Sevilla. Ediciones Padilla. 

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