Sacristía exterior

Junto con las reformas renacentistas, emprendidas a lo largo del siglo XVI, tendría lugar la construcción de la sacristía exterior. Sobre su labra, y artífices que intervinieron en ella, no se han conservado noticias. Su construcción, puede fecharse en el último tercio de esa centuria, tomando como referencia la fecha de 1575. Fue en ese año, bajo el mecenazgo de la abadesa Catalina de Ribera, cuando se realizaría la pintura mural que la preside.

Se encuentra ubicada en el primer tramo de la nave del evangelio, adosada a la cabecera de la iglesia. A ella, podemos acceder mediante un ingreso   adintelado. Su entrada, no se efectúa de forma directa, ya que para pasar a su interior, debemos subir una moderna escalera de dos tramos de peldaños rectos. Esta, sustituye a la antigua de caracol. Su remodelación, se llevaría a cabo con la primera fase de restauración en la década de los noventa del siglo XX.

Presenta una fisonomía rectangular, cuyas proporciones son 10,50 metros de largo, por 4,60 metros de ancho, y 4,05 metros de altura. Su organización, responde al esquema arquitectónico de mayor aceptación e influencia del XVI, especialmente en las sacristías catedralicias. Este modelo, destaca, por el uso del arco triunfal en uno de sus frentes. Con él, se haría alusión al triunfo y grandeza de la iglesia. En Santa Inés, no nos encontramos con un arco triunfal de gran envergadura, como el  de la sacristía de la catedral hispalense, sino con un simple arco de medio punto.  

Sus paredes, están  recubiertas por un alto zócalo de azulejos de aristas del siglo XVI, de 2 metros de altura, compuestos de veinticinco paneles, destacando la presencia de un altar alicatado en el muro norte de 0,96 metros de alto, por 4,60 metros de ancho y 0,77 metros de profundidad. En ellos quedan representadas distintas formas geométricas y florales. Responden a los conocidos azulejos de fondo de paño.

 

Detalle azulejos (Fotografía de la autora)

 

La estancia, está cubierta  por un artesonado de casetones, cuyo diseño, está inspirado en el dibujo de la lámina LXXIII, del cuarto libro de Serlio. El interior de cada casetón, está ornamentado por una roseta inserta en cuatro hojas carnosas. Sus artesones, están separados mediante balaustres torneados, con estrangulamientos anillados, que  recuerdan a los antiguos antepechos utilizados en las galerías de madera de los patios de la arquitectura doméstica de tradición andalusí y las casas limeñas.

 

Artesonado de casetones (Fotografía de la autora)

 

En el extremo norte de la sala, inserta en un arco de medio punto, se encuentra la pintura mural del Calvario. Afortunadamente, Gestoso, pudo copiar la cartela que se encontraba a los pies de la composición. En ella, quedaba registrada el año en el que se mandaría realizar, 1575, y su mecenas, la abadesa Catalina de Ribera, “Esta obra la mandó hacer la muy Ilustre Sra. Dª Catalina de Ribera, Abadesa en el año de 1575”, inscripción que recogió Fray Muñoz en sus dos biografías dedicas a la vida de Doña María Coronel y estudio del convento en 1797 […] “La sacristía es muy capaz y tiene precisos ornamentos […] esta alicatada por azulejos […] en ella hay un altar donde se visten los sacerdotes con un crucificado grande pintado al frecso al que costeó la Ilustrisima señora Dª Catalina Enriquez de Rivera siendo abadesa de este convento el año de 1575

 

Calvario (Fotografía de la autora)

 

Sobre su autoría, al igual que el resto de pinturas murales, no se han conservado testimonios escritos que aporten el artífice, condiciones, materiales y precio de la obra. La  composición gira alrededor del arco, estructura que permite la distribución de los elementos que forman parte del programa iconográfico. El tema principal, es el Calvario. Está compuesto por un Crucificado, acompañado de la Virgen María y San Juan Bautista, cuya disposición puede recordarnos al grabado de la Crucifixión de Pedro Hagenbach del Misale Mixtum de Toledo, fechado en 1500. A los pies de la cruz, y abrazándola, aparece arrodillada María Magdalena, modelo iconográfico tomado del Calvario de que pintaría Vasari para la iglesia del Carmen de Florencia, tomado del grabado de Durero, que con algunas variantes, en la ubicación de los personajes, utilizaría Valdés Leal.

En sus enjutas aparecen pintados, a mayor escala, el fundador de la orden, San Francisco, y San Antonio de Padua, predicador franciscano y Doctor de la Iglesia. Ambos van ataviados con el atuendo franciscano. Su actitud es estática, ajenos a la escena principal.

 

San Antonio y San Francisco (Fotografía de la autora)

 

En la clave del arco, descansando sobre una bulbosa ménsula, alineado con el cuerpo de Cristo, se representa al pelicano que revivió a sus crías con la sangre de sus  heridas, como Jesucristo, que abrió su costado para salvar al mundo y alimentarlo.

Bordeando la cara externa del arco, una cadeneta de grecas clásicas,  recorre todo su diámetro e impostas,  acompañada de una cenefa lisa dorada.  El intradós, presenta una rica decoración plateresca, en la que superponen elementos vegetales, rostros fantásticos,  y otros de carácter artesanal, como son las cartelas,  lazos y cestas de mimbres repletas de flores y frutas, alegoría a la fertilidad y abundancia.

En el extremo izquierdo inferior del intradós, encontramos una cabeza de indio. Este tipo de representación, tuvo una gran expectación a finales del siglo XVI, gracias a las crónicas de los viajeros que visitaron las tierras de Ultramar. Entre ellas, destacan las de Jacques le Moine, The Whole Discorvery of Terra Florida, de 1563, o la del Jesuita José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias de 1590.  El de la sacristía exterior, va ataviado con una corona de plumas doradas,  abiertas en forma de abanico, muy esquemáticas, guardando cierta semejanza estética con el tocado que lucen los seres fantásticos que decoran la lámina XV de los Emblemas de Alciato.

 

Detalle pintura mural (Fotografía de la autora)

 

Junto con el Calvario, encontramos otras pinturas que embellecen los gruesos muros de esta dependencia. Se trata de seis cuadros, que podemos agrupar en dos temáticas. La primera, dedicada a la Sagrada Familia, se encuentra en flanco Oeste. Son tres pinturas que podemos fechar en el siglo XVIII. Las ubicadas en el muro Sur dedicadas a los milagros de San Blas, sanador de las aflicciones de garganta y santo titular de la desaparecida ermita perteneciente al patrimonio familiar de Doña María Coronel, desde donde proceden.

 

Sagrada familia

(Fotografía de la autora)

Pinturas de los milagros de San Blas (Fotografía de la autora )

Dentro de la renovación estilística del templo, emprendida en la década de los años treinta del siglo XVII, continuaría con la construcción de un aposento superior, sobre la fábrica del siglo XVI de la sacristía exterior. La intervención efectuada en esta segunda planta, la hemos podido documentar en el año de 1638, bajo la dirección del maestro de obras de Santa Inés Diego Martín de Orejuela, y el carpintero Manuel de Campos.