El noviciado
Ubicado en el sector Noreste del conjunto monástico, se encuentra adosado al muro norte de la nave de los antiguos dormitorios, sobre el posible solar que ocupó el palacio de Alvar Pérez de Guzmán el viejo y otras casas mudéjares, cuyas dependencias caen orientadas a la antigua huerta del convento, espacio que quedaría reducido tras la venta de parte de esta parcela a las hermanas de la Cruz en 1959.
El aumento de las rentas que viviría Santa Inés durante el siglo XVI, no solo fue la base del sustento de las religiosas, sino que también el de su crecimiento económico, patrimonial y arquitectónico. Quizás, el considerable número de monjas que poblaban la clausura de Santa Inés fuese el motivo que impulsó la construcción de este nuevo espacio destinada a la vida religiosa. En 1583 realizaría una visita a este cenobio Rudmo Gonzaga, gracias al cual sabemos que por aquel entonces convivían un total de ochenta franciscanas, sin contar con las novicias y doncellas que servían a las religiosas. Posiblemente la masificación del monasterio y el establecimiento del citado decreto Regularis discipliane de Clemente VIII, fueron los motivos que llevaron a la construcción del noviciado.
Arquitectónicamente hablando, el noviciado es un edificio compuesto de una sola nave distribuida en dos alturas en las que se dan cobijo a las dependencias dedicadas al descanso de las novicias, aunque actualmente, y debido a la falta de vocaciones, se encuentra ocupado por las hermanas más jóvenes de la comunidad. En el flanco norte de ambos pisos, se ubica una hilera de humildes celdas individuales dotadas de todo aquello que las religiosas necesitan para su vida cotidiana, una cama, un pequeño armario y un aseo. Todas ellas están orientadas a la vieja huerta de Santa Inés, espacio abierto del que toman su ventilación e iluminación natural mediante las grandes ventanas que se abren en cada una de ella.
A él solo podemos acceder mediante dos accesos, uno que permite el ingreso sin necesidad de atravesar la clausura, ubicado en la cochera de la calle Santa Ángela de la Cruz, y otro situado en la sala de la arquería, el cual se efectúa mediante un sabat, elemento empleado en la arquitectura andaluza para comunicar espacios sin necesidad de pisar la calle, que atraviesa la nave del dormitorio alto y cae directamente al segundo piso de un pequeño claustro.
Su construcción es fechable a finales del siglo XVI y principios del XVII, tras el impulso arquitectónico vivido con la construcción del claustro principal y el claustro de la Camarilla.
Edificio del noviciado (Fotografía de la autora)
En su interior nos encontramos con un patio fechable en el último tercio del siglo XVI, posiblemente fruto de un antiguo patio de las casas mudéjares que allí se encontraban. Su tipología responde al clásico modelo sevillano de patio formado por tres frentes abiertos y uno cerrado, recayendo este último sobre el muro norte del antiguo dormitorio.
Patio del noviciado (Fotografía de la autora)
Uno de los elementos más interesantes que muestra el noviciado, desde el punto de vista arquitectónico, es el mirador que corona al edificio. El mirador del noviciado es un elemento interno, es decir, una estructura que permite a la comunidad poder disfrutar de las vistas que le rodean sin ser vistas desde el exterior, pudiendo disfrutar de este espacio como solario o lugar de retiro. Recordemos que los edificios monásticos marcaban la altura en la que se debían construir los edificios colindantes, con el fin de evitar la vista de curiosos al interior del convento. Hoy en día el mirador del noviciado de Santa Inés no es visible desde la calle, al encontrarse embutido entre las distintas construcciones que lo rodean.
Los arcos utilizados son de medio punto, con impostas molduras en blanco rematadas por un perfil en color almagra, flanqueados por pilastras toscanas, que quedan pareadas en las esquinas. En su interior se dispone un antepecho ciego macizo que actúa de balcón permitiendo así el apoyo del curioso que quiera contemplar las vistas. Está cubierto por una techumbre a cuatro aguas de tejas árabes, sobre la que se coloca una buharda para airear la techumbre de madera de par y nudillos con tirantes.
Mirador del noviciado (Fotografía de la autora)
INFORMACIÓN EXTRAÍDA DE:
Medina Muñoz, Estefanía (2019) El convento de Santa Inés de Sevilla: Estudio urbanístico, arquitectónico e histórico artístico. Sevilla, Ediciones Padilla.
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