El coro

El coro de Santa Inés es custodio de dos de los tesoros histórico-artísticos más importantes dentro de los conventos de clausuras femeninos hispalenses, el famoso órgano que inspiró a Bécquer en el relato de Maese Pérez , como manifiesto de la gran importancia que adquirió la música orquestal en el siglo XIX, y la urna de Doña María Coronel.

Sobre la autoría de este instrumento, no se han conservado fuentes documentales que la acrediten. La única información disponible, es el año de su llegada a la clausura en 1725 como parte de la dote de una religiosa, dato aportado por Osuna Lucena, investigadora que hace referencia a un libro de ingresos, sin especificar el legajo en el que se encuentra, ni hacer mención a la monja que lo entregaría. Si acudimos al único libro conservado sobre las dotes del siglo XVIII, no queda registrado el ingreso de ninguna monja en 1725.  Por su parte, Ayarra, hace mención a un libro de cuentas del siglo XVIII ,donde queda constancia que la ejecución del órgano correría a cargo de la dote de Sor Ana Joaquina en el año de 1720.  

Sobre esta monja, no hemos encontrado ninguna referencia documental en el libro de profesiones realizadas desde 1622 hasta finales del siglo XVIII. Las únicas monjas que profesaron en ese año fueron Sor Ildefonsa de la Llana y Juana Reina. Tampoco hemos obtenido resultados tras consultar todos los libros de cuentas conservados, siendo su cronología anterior o posterior a dicha fecha, por lo que no sabemos que ha podido pasar con el libro de registro en el que quedaría escrito dicho testimonio o de dónde ha sido extraída dicha información que se afirma ser cierta. Es una obra fechable a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, instrumento para el que D. Buenaventura Iñiguez, compuso muchas partituras, hoy conservadas en el archivo conventual.

 

Órgano de Santa Inés (Fotografía de la autora)

 

Largo y tendido se ha hablado de la idílica leyenda que rodea la figura de la noble sevillana Doña María Coronel, pero parece ser que poco ha sido el interés, por no decir nulo, se ha mostrado acerca del maestro carpintero que tallaría la urna y mausoleo que custodia sus restos. El nicho que albergaba el cuerpo de la fundadora se encontraba en un arco situado en el coro bajo de la iglesia, lado del evangelio, mismo lugar donde se colocaría casi dos siglos más tarde, en 1833, la urna que hoy podemos contemplar tras la reja del coro.

La ejecución de este mausoleo corrió a cargo del maestro carpintero Manuel López, como queda reflejado en los libros de cuentas de los años de 1826-1836, y en algunos papeles que se han podido documentar, y catalogar, en el archivo conventual. Respecto a su arquitectura y composición, se trata de un retablo mausoleo realizado en madera lacada en blanco, color que queda combinado con el dorado de los perfiles, frisos, capiteles y molduras, y la imitación de jaspe ubicada en las columnas y extremos inferiores del retablo.  Está formado por una mesa de altar, elevada sobre un basamento moldurado, en cuyo centro se dispone un tondo con las cinco llagas sangrantes de Cristo.

La mesa está rematada por una inscripción, sobre fondo dorado, en la que se recoge:

AQUÍ YACE LA S. S. DA MA  FERNANDEZ CORONEL, FUDO ESTE REAL CONVENTO AÑO 1375. Y MURIO SIENDO ABADESA EL DE 1411.

Sobre ella, descansa un arco de medio punto, dotado de una puerta que permiten abrir y cerrar el culto del cuerpo, flanqueado por columnas acanaladas de orden jónico, cuyos capiteles están ornamentados con ovas y guirnaldas unidas a cada una de las volutas de las que nacen, rematadas por un arquitrabe moldurado, friso y cornisa, con decoración de dentículos, que toma la curvatura del arco en su parte superior. La composición se culmina con dos ánforas.

El conjunto está consumado por un cuerpo superior asimétrico, al ajustarse a la pared del coro y al artesonado que cubre el coro bajo en su extremo derecho, del que destacamos la presencia de un dosel, terminado por una corona, del que cae un rígido telón de color tierra, que queda interrumpido en su parte inferior por un escudo nobiliario laureado.  En el interior del retablo se encuentra la famosa urna en la que reposan los restos de esta noble. Realizada en madera con detalles en oro y cristal, que permite la contemplación de los restos

 

Mausoleo de Doña María Coronel (Fotografía de la autora)

 

El coro, junto con la Sala de profundis, fue otra zona destinada a los enterramientos de la comunidad, especialmente de aquellas monjas que gozaron de cierta reputación en la congregación al pertenecer a importantes familia de la aristocracia sevillana. Claro ejemplo de ello son las sepulturas de Doña Catalina de Ribera, fallecida en 1592 y Doña Raimunda Enríquez de Ribera, que murió en 1676, como consta en la lápida y en el libro de difuntas del convento.

Otro de los elementos más característicos que se conservan en el interior de este espacio dedicado a la oración es la sillería de coro. La obra fue ejecutada por Diego Vázquez, entallador, y Cristóbal Sánchez Bazán, entre los años de 1541 y 1542.

En el coro, también se conserva un facistol fechado en el año de 1686, momento en el que lo mandaría hacer la hermana Sor Leonor Ponce de León, siendo abadesa Josepha de Alia y Medina, como consta en la inscripción que lo rodea. En el libro de profesiones, que recoge la entrada de religiosas desde el año de 1622 hasta el año de 1771, tenemos documenta a Doña Leonor de Ribera Ponce de León, hija legitima de Don Nicolás de Ribera Ponce de León y de Catalina de Medina, que entraría a formar parte de la congregación de Santa Inés el 6 de mayo 1676, con una dote de  1500 ducados de vellón y 50 de ajuar para la sacristía. Dicha novicia gozó de la compañía de su hermana Francisca, que se incorporaría a la comunidad en 1680.

Sobre la entrega de este facistol, desafortunadamente no se han conservado testimonios documentales que nos aporten el artífice encargado de la obra, la cuantía entregada y las condiciones en las que se debían ejecutar. La pieza se levanta sobre una plataforma triangular, que apea sobre patas zoomórficas, sobre la que descansa un vástago gallonado, del que emerge un cuerpo troncopiramidal, cuyos frentes están ornamentados con la cruz de Santiago, la cruz de Malta, el escudo franciscano y un águila. Dicha estructura, queda coronada por un templete de columnas salomónicas, rematado con una cúpula culminada con una cruz. Este pequeño santuario, protege a una Inmaculada, que sobre una peana, descansa encima de una nube plagada de cabezas de ángeles.

 

Facistol (Fotografía de la autora)

 

Acompañando al facistol, Sor Leonor de Ribera Ponce de León, se encargaría también del mecenazgo de un pequeño atril para libros, dato que al igual que la pieza anterior, conocemos a una inscripción conservada en la obra “Este fo(acistol) mo(ando) acer la sa(eñora) da. Leonor Josepha de Rivera siendo viuda de coro y ab. La s. d. Josepha[…]”. Sobre una columna salomónica, se erige este atril de pie. Dicho elemento, queda apoyado en una superficie de madera, con garras zoomórficas, actúa como base. Su fuste, se remata con un cuerpo plano, decorado con orlas vegetales, inclinado que permite la disposición de libros para las lecturas efectuadas en el coro.

Tras la reja del coro bajo, en el extremo derecho, se ha conservado un Nacimiento, fechable a finales del siglo XVIII y principios del XIX.   Se encuentra inserto un pequeño retablo, elevado sobre un banco, cuya policromía imita al jaspe, ornamentado con un escudo, de formato circular, en el que quedan inscritos un ancla y dos corazones rodeados por una corona de espinas y rematados por una llama ardiente. En el cuerpo superior, se abre una hornacina de medio punto, custodiada por una puerta acristalada, que da cobijo al citado Nacimiento. Su estructura exterior, de madera policromada en azul cobalto, está embellecida por molduras de rocallas doradas, quedando coronada con el escudo de María (AV/MA), acompañado por los escudos de las órdenes mendicantes de San Francisco y Santo Domingo, que interrumpen a la inscripción Concevida sin pecado original.

En el intradós de la hornacina, insertados en casetones pintados, se disponen los símbolos de las Letanías Lauretanas en alusión a María, en el extremo derecho, y las herramientas típicas del taller de un carpintero, las gubias, sierra y cepillo, símbolos iconográficos de San José, en el flanco derecho. El grupo escultórico, está formado por la Virgen María, el Niño en la cuna, y San José. A la Sagrada familia le acompañan los arcángeles San Miguel y San Rafael, pequeñas esculturillas realizadas en barro y tela,  que responden a la misma cronología que el resto del conjunto, relacionados a un seguidor del taller de Pedro Roldán. Estos últimos, guardan un cierto parecido con los conservados en los conventos sevillanos de Santa Rosalía y Santa María de Jesús del taller de Pedro Roldán.

La Virgen lleva una corona en la cual queda inscrita la inscripción “An. Sa. De la Esperanza del convento de Sta Ynes, ofrece este pequeño donsor Manuela de los Dolores Ceballos”, en su franja inferior. Está marcada con el “18..” “NODO” “CABRILLA”, obra que podemos relacionar con el  platero Francisco Gómez Cabrilla . Sobre su donante, Sor Manuela de los Dolores Ceballos, sabemos que fue la encargada del patrocinio de una capilla en la sala de profundis en 1867, como queda reflejado en una inscripción que recorre el friso del retablo que costearía dicha religiosa. De ella sabemos que entró como novicia el 16 de julio de 1825 y que tomó el hábito 22 de julio del año siguiente. Ocupó el puesto de clavera en 1878.

 

Retablo del Nacimiento (Fotografía de la autora)

Acompañando a la ornamentación pictórica que efectuaría Herrera “el viejo” en las paredes del coro, se han conservado una serie lienzos embellecen estos gruesos muros. En el lado del evangelio encontramos una copia de la Sagrada Familia de Murillo, a su lado,  podemos contemplar una Inmaculada, obra del siglo XVIII,  que sigue estilísticamente las Inmaculadas pintadas por Murillo. 

En el muro de la epístola, podemos contemplar los cuadros de San Francisco asistido por los ángeles y Santa Clara. El lienzo dedicado a San Francisco, representa el instante en el que el santo es atendido por los ángeles, tras el tránsito del santo. Es una obra que podemos fechar entre 1775 y 1825. Por su parte,  Santa Clara, fechable hacía 1650,  vestida con el hábito de monja franciscana clarisa, ha sido representada en un interior arquitectónico, de arcos de medio punto con pilastras cajeadas al fondo, esquema compositivo que recuerda a un claustro, cuya profundidad queda marcada por la disposición de la solería ajedrezada. Porta entre sus manos una custodia, con base en forma de pelícano,  que intenta cubrir con un pañuelo.

 

San Francisco asistido por los ángeles y Santa Clara (Fotografía de la autora)

Tras el órgano, se dispone un estandarte del Cristo de la Buena Muerte. Su autoría y fecha de ejecución quedan reflejadas en la inscripción conservada  en el extremo inferior derecho de la composición, en la que aparece el nombre de Tristán 1556.  El lienzo, de formato oval, da cobijo al tema iconográfico de la Piedad.

Estandarte del Cristo de la Buena Muerte (Fotografía de la autora)

Por último, haremos mención a las puertas de la reja del coro bajo, pieza que podemos documentar en el año de 1770, como queda recogido en una inscripción de la puerta derecha. Éstas, quedan divididas en dos partes, cada una de ellas formada por otros dos batientes. Sobre el fondo verdoso, de decora sus dos caras, se dispone un rico repertorio ornamental compuesto de grupos de ángeles, elementos florales, como guirnaldas y rocallas, que se alternan con los escudos de los franciscanos y dominicos. El interior de la puerta derecha, en su parte superior, muestra una orla enmarcada con rocalla y formas vegetales, pintadas en oro, mientras que el flanco inferior presenta una rocalla que descansa sobre un jarrón repleto de flores. La composición se culmina con el escudo de los dominicos, y uno de los escudos de la Familia Coronel, el cual se remata con el anagrama de María. Dicha decoración se repite en las jambas de la puerta izquierda, pero con la peculiaridad, de que en esta ocasión, se ha representado el escudo de la orden franciscana y el escudo nobiliario del águila de dicha familia, rematado con un corazón llamante.

Por su parte, el anverso derecho, está embellecido con  un escudo en el queda plasmado un águila, en alusión a la descendencia nobiliaria de Doña María Coronel, mientras que el reverso del otro extremo presenta, en su parte inferior, un ángel niño que porta una palma, sobre el que se ubica el escudo de las cinco llagas franciscano, pintado sobre un águila, herido con una flecha, que porta en su pico un escapulario. Rematando la composición, el Agnus dei, rodeado por una corona de rocallas.

 

Puertas de la reja del coro (Fotografía de la autora)

 

El coro alto

El coro alto, también está dotado de un importante patrimonio. En primer lugar, destacaremos aquellas obras de arte que se han conservado en el tránsito del coro bajo al alto. En el muro norte, de la caja de escalera que comunica ambos coros, está el cuadro de la Virgen con el Niño, obra fechable en la primera mitad del siglo XVII. Frente a este lienzo, se encuentra una pintura del Buen Pastor, perteneciente a la primera mitad del siglo XVIII. En el flanco Oeste, se ha conservado una pintura de San Juanito mientras que San José con el Niño, pequeña escultura del siglo XIX, se encuentra en una hornacina, vitrina, en el frente Este.

 

San Juanito (Fotografía de la autora)

 

Una vez pasada la escalera, y tras atravesar un arco de medio cuerpo, de reducidas dimensiones, accedemos a la tribuna del coro alto. En primer lugar nos detendremos En la reja del coro alto, contemplando la belleza del templo, cuelga un retrato de la fundadora realizado por Joaquín Domínguez Bécquer en 1856, como el que se conserva en el ayuntamiento hispalense que realizaría el pintor para la galería de personajes ilustres de los Duques de Montpensie.

Sobre el muro Este, del coro alto, dentro de una hornacina, se localiza una escultura de una Dolorosa y un Crucificado. La virgen, obra de la segunda mitad del siglo XVIII, es una escultura de candelero. Respecto a la figura del Crucificado, y su cronología, hay varias opiniones al respecto. Desde un principio, se ha ido relacionando la imagen con la figura de la Virgen,  hasta la hipótesis planteada por Ramos Sosa, defiende la idea de que dicha efigie pertenece a las gubias de Francisco de Ocampo, maestro que trabajó en el antiguo retablo de la iglesia, posible procedencia de la escultura que venimos hablando. Según Ramos Sosa, el estilo impregnado en él,  guarda cierta similitud con el que realizaría dicho escultor, a lo que habría que sumar sus dimensiones, apropiadas para el retablo que se mandaría a ejecutar en 1630.

Dicha hipótesis, cuyos argumentos son bastantes contundentes, puede verse truncada con un dato hallado en el inventario de los bienes de Mª Florencia Hidalgo y Castillo, madre de la religiosa Sor Carmen González, en el que se hace mención a […] un cristal con un crucificado con su corona, potencias y casquillos de plata en 90 reales[…]. Dicha religiosa, otorgaría al coro de una Dolorosa con su tabernáculo en 1817, aunque como podemos observar el inventario es anterior a esa fecha, 1798, por lo que el crucificado, del que no tenemos constancia que se entregara al convento, sería probablemente del siglo XVII, siguiendo la estética de Francisco de Ocampo.

 

Una vez pasada la tribuna del coro alto, damos paso al interior de la capilla localizada en el flanco Norte. Allí, se han conservado distintas piezas de arte, todas ellas protegidas en vitrinas. En el frente Norte, se ubican el fanal de la Roca de la Virgen y santos, conocidas popularmente como la vitrina de la roca, y dos vitrinas que dan cobijo a dos Dolorosas.  

El fanal de la roca, es una obra de la segunda mitad del siglo XIX. El centro de la composición está protagonizado por la Virgen de Fátima, bajo ella, y en una cueva de menor tamaño se encuentra San Jerónimo penitente, mientras que en una cavidad, ubicado el extremo izquierdo superior, San Francisco de Asís.

Acompañando a este fanal encontramos dos vitrinas que recogen la imagen de la Dolorosa, fechables en el siglo XVIII. A pesar de  no conservar documentos que nos permitan dar a conocer la autoría de ambas figuras, hemos localizado, el archivo conventual y en el Histórico provincial, unos documentos en los que se ratifican la entrega de una Virgen del Mayor Dolor por parte de la religiosa Sor Carmen González en el año de 1817 tras haber sido heredada por su madre, Doña María Florencia Hidalgo, la cual solicitó que dicha Dolorosa, y su tabernáculo, debían venerarse en el coro del convento en el que su hija profesase. Las primeras noticias que poseemos sobre esta Dolorosa y su vitrina son del año de 1798, cuando Carmen González Hidalgo, junto sus hermanos menores y su padre, como herederos de Doña María Florencia Hidalgo, ante el escribano público Francisco José Ascara, leyeron el testamento materno, cuyos objetos fueron tasados por el maestro platero Juan Ruiz, el carpintero Antonio Camuñas, y por el pintor José de Alanís.

La siguiente referencia localizada, es en el testamento de dicha señora, donde de nuevo se hace mención a

[…] una señora del mayor Dolor metida en un tabernáculo de cristales con perfiles dorados con una mesa, está también dorada, delante de las cual está una lámpara con una luz encendida de día y de noche, quiero que esta devoción de lo cuidado lo tenga mi hija Dª María del Carmen mientras viva […].

Debido a la escueta descripción de la vitrina de la Virgen del Mayor Dolor, no podemos saber a ciencia cierta cuál es la que entregaría Sor Carmen González a la comunidad de Santa Inés. A ello, debemos sumar, que ambas vitrinas están ornamentadas de manera similar, dan cobijo a la figura de una Dolorosa y responden a la misma cronología.

 

Dolorosa (Fotografía de la autora)

En muro Este,  se encuentra la vitrina dedicada al Buen Pastor, obra que podemos catalogar a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Frente al Buen pastor, en el flanco Oeste, se ubican dos vitrinas tabernáculos del Niño Jesús Pasionario, cuya cronología data entre el último tercio de la centuria del XVIII y primera mitad del siglo XIX.

Dentro de otra vitrina, situada en el mismo frente que las dos anteriores, se conserva una escultura de bulto redondo del Niño Jesús. Se trata de una imagen de vestir, realizada en madera, fechable en la segundad mitad del siglo XVIII, en la que queda plasmada la figura del pequeño Jesús en actitud  de bendecir con su manera derecha, gesto que acompaña con la inclinación de su cabeza hacia abajo. 

Por último, haremos mención a las vitrinas de la Trinidad y una Santa franciscana. El grupo de la Trinidad, formado por Padre, Hijo y  Espíritu Santo, es una composición del siglo XIX. La escultura de la Santa Franciscana entronizada,  imagen con la que quizás se quiera representar ,de una manera poco común, a Santa Clara, va sentada en un sillón alto con respaldar en medio punto,  flanqueado por soportes esféricos dorados. La santa viste un rico hábito de franciscana de color celeste con estofados vegetales en oro, que queda anudado con un grueso cordón a la cintura, ropaje que complementa con una cofia ornamentada. Su cabeza luce una pequeña corona plateada. En su mano derecha lleva un crucifijo de madera, mientras que con  la izquierda sostiene un libro.

 

Santa Clara (Fotografía de la autora)